En su niñez, estas personas nunca sintieron que el amor y afecto que sus padres les deban era suficiente; siempre estaban ávidas de mas atención. Esta sensación de insatisfacción y desilusión se prolonga toda su vida. Jamás reciben el reconocimiento que merecen. Son expertas en analizar el rostro de los demás en busca de posibles señales de falta de respeto o desdén. Ven todo en relacion consigo mismas; si alguien tiene más que ellas, en un signo de injusticia, de ofensa personal. Cuando sienten esa falta de respeto y reconocimiento, no arden en colera; son cautelosas y les gusta controlar sus emociones. En cambio, incuban el dolor, y la sensación de injusticia no hace mas que aumentar a medida que reflexionan en ella. No perdonan con facilidad. En algún momento se vengarán, con un acto de sabotaje o agresión pasiva astutamente diseñado.
Como tienen un continuo sentimiento de agravio, tienden a proyectarlo en el mundo y a ver opresores en todos lados. Así, suelen convertirse en lideres de quienes se sienten excluidos y oprimidos. Si estas personas obtienen poder, pueden volverse muy crueles y vengativas, capaces al fin de desahogar su rencor en diversas víctimas. En general, poseen un aire de arrogancia; están por encima de los demás, aun si nadie lo reconoce. Alzan demasiado la frente y suelen adoptar una sonrisita de suficiencia o una mirada desdeñosa. Ya mayores, son propensas a elegir batallas mezquinas, incapaces de contener el rencor que han acumulado con el paso del tiempo. Su amargura aleja a mucha gente, asi que terminan aliándose con quienes tienen la misma actitud que ellas, con los que forman una comunidad.
El emperador romano Tiberio (42 a.C.-37 d.C.) es tal vez el mejor ejemplo clásico de este tipo. De niño, su tutor noto algo malo en el. “Es un cántaro moldeado con sangre y bills”, le escribió a un amigo. El escritor Suetonio, quien conoció a Tiberio, lo describió así: “Llevaba la cabeza orgullosamente en alto. […] Callaba casi siempre, hablaba solo de vez en cuando […] E incluso entonces lo hacia con extrema renuencia, al tiempo que ejecutaba un gesto desdeñoso con los dedos”. El emperador Augusto, su padrastro, tenia que disculparse con frecuencia en el senado por “sus desagradables modales, llenos de altanería”. Tiberio odiaba a su madre, quien nunca lo amo lo suficiente. Jamás se sintió apreciado por Augusto, sus soldados ni el pueblo romano. Cuando se hizo emperador, lenta y metódicamente cobro fría y cruel venganza de quienes, en su opinión, lo habían menospreciado.
Cuando envejeció, fue cada vez mas impopular. Sus enemigos formaban toda una legión. Al sentir el odio de sus súbditos, se retiro a la isla de Capri, donde paso los últimos once años de su reinado prácticamente sin poner un pie en Roma. Se dice que repetía en sus últimos años: “Después de mí, ¡que el fuego destruya la Tierra!”. A su muerte, Roma estallo en jubilo; la multitud expreso su sentir con la famosa frase “¡Al Tiber con Tiberio!”.
Si descubres tendencias de resentimiento en ti, el mejor antídoto es aprender a librarte de las heridas y decepciones en la vida. Es preferible que explotes de que hayas alucinado o exagerado. La gente suele ser indiferente a tu destino, no tan antagónica como crees. Muy pocas acciones ajenas realmente se dirigen a ti. Deja de ver todo en términos personales. El respeto es algo que debes ganarte mediante tus logros, no algo que se te da por el simple hecho de que seas un ser humano. Rompe el ciclo del rencor siendo mas generoso con los demás y la naturaleza humana. Si tratas con personas de este tipo, toma precauciones extremas. Aunque sonrían y parezcan agradables, te escudriñan en busca de una posible ofensa. Reconocerlas por la historia de sus batallas y sus repentinos rompimientos con otros, así como por lo fácil que juzgan a los demás. Si intentas ganarte su confianza y aminorar sus sospechas, piensa solo en que cuanto mas tiempo estés a su lado, mas combustible les darás para su rencor, y en que su respuesta podría ser muy violenta. Si es posible, seria mejor que las evitaras.