Decir lo que un jefe masoquista quiere oir, “Eres un pedazo de fango asqueroso…”, no es precisamente lo mas apropiado y puede acabar volviéndose en tu contra si alguien lo escucha sin querer. Por desgracia, halagar a los masoquistas solo sirve para que se molesten y suelen responder a ello haciendo algo especialmente despreciable que sirva para poner las cosas en su lugar.
Como su nombre lo indica, los masoquistas han desarrollado la creencia de que deberían ser castigados…o deben ser castigados. ¿Y quien sabe por que? Lo importante es que acaban arrastrando hacia su comportamiento enfermizo a todo aquel que cae dentro de su esfera de influencia. Su necesidad de recibir castigo es tan intensa que terminan castigándose a si mismos si nadie lo hace. En casos extremos, nadie es capaz de hacerlo lo bastante bien como para ser merecedor de su confianza.
Los jefes masoquistas atraen a codependientes igual que el picnic del domingo atrae a las moscas. Los codependientes se esfuerzan como locos por tratar de llenar el agujero negro del alma del masoquista, algo que es completamente imposible. Pero el esfuerzo hercúleo continua día tras día. Los codependientes atiborran de declaraciones positivas la garganta del masoquista por si sirve de algo, y el masoquista luego las vomita. Los jefes masoquistas no son idiotas en el sentido clásico del término. Pero levantan tanto los ánimos de los demás como lo haría el ancla de un barco.
Los departamentos dirigidos por jefes masoquistas son fáciles de detectar. Para empezar, allí nunca se hace nada excepto alguna que otra llamada ocasional al teléfono de Urgencias. Conseguir alguna cosa podría significar disminuir el dolor y las miserias, por lo que queda fuera de cualquier consideración. Los jefes masoquistas se aseguran siempre de que sus departamentos fracasen para que los de mas arriba solucionan el tema con castigos.
La mejor forma de gestionar un jefe masoquista es escapando de él. No hay manera de que esta gente se sienta bien consigo misma. Tampoco de que permitan que los demás consigan cualquier cosa que pudiera dar como resultado que ellos quedaran o se sintiesen bien. Cuando consigas algo que te haga quedar o sentirte bien, tu jefe masoquista te dirá: “Oh, que bien. Me alegro por ti… Me imagino que ahora te ascenderán y me apartaras de la carrera hacia la cúspide. Bien, adelante. Haz lo que te plazca”. Y con un comentario así, lo que te gustaría es tomar lo que quiera que hayas conseguido, estrujarlo y tirarlo al cesto de basura. Pero lo más probable es que no puedas hacerlo, porque tu jefe masoquista se habrá puesto el cesto de sombrero y estará dándose golpes con el contra la pared.
El secreto para sobrevivir y prosperar en el departamento de un jefe masoquista empieza, una vez más, con la actitud, seguida por el lenguaje y el comportamiento. Tendrás que aprender a ser positivo sin sonreír. De hecho, ser positivo en el mundo de un masoquista significa dejar de pensar en tu dolor lo mas a menudo posible.
- Encuadra tus comentarios dentro del contexto de evitar problemas. Si deseas introducir una propuesta di: “Esto asegurara que cumplimos los parámetros de la empresa sin llamar indebidamente la atención hacia nosotros”. En este comentario el jefe masoquista captara una ausencia de recompensa y valoración, lo que para el es lo mas próximo al castigo.
- Destaca posibles puntos débiles o desventajas. Decir por ejemplo “esto podría acarrear consecuencias negativas que tendríamos que afrontar” es una afirmación perfectamente honesta y sincera. El jefe masoquista escuchara en ello aspectos negativos, mientras que los demás miembros del equipo lo tomaran simplemente como una advertencia.
- No secundes la conversación negativa de tu jefe masoquista. Escúchalo con respeto, pero no te dejes llevar por la negatividad. No busques tener a tu alrededor más energía negativa que la alcanza una especie de compromiso mostrándote atento cuando sea adecuado y tomando distancia siempre que puedas.
- Reconoce lo que pueda llegar a pasar. Tu jefe masoquista te contara repetidamente las cosas malas que pueden pasar en cualquier escenario o iniciativa. Toma nota de aquellas cosas que mas te preocupan, para tenerlas en cuenta en el futuro; de ese modo, dos podrían hacerse realidad. A continuación, sugiérele que, por simple cuestión de suerte, las cosas podrían salir de otra manera.
- Inclúyelo, pero no lo invites. Copia a tu jefe masoquista en todos los e-mails y anuncios de actividades que prepares con tus compañeros, pero no lo invites específicamente a ellas. Emite una invitación en blanco. Lo ultimo que debes hacer es intentar animarlo. Pero tampoco lo excluyas expresamente.
- Dale un abrazo virtual. El contacto físico no suele ser apropiado en los entornos de trabajo, pero un movimiento afirmativo de cabeza, un suspiro o un gesto de indiferencia en el momento adecuado pueden tener un efecto similar. Un abrazo virtual dirigido al jefe masoquista es una forma no verbal de decirle: “Se que estas bajo una cantidad de presión inmensa que no te mereces y yo no puedo hacer nada para ayudarte”.
Rara vez aconsejo irse, pero como decía W.C. Fields: “Si o lo consigues a la primera, vuelve a intentarlo. Después déjalo correr. No tiene sentido volverse loco por ello”. O algo parecido. La mejor manera de gestionar a un jefe masoquista es irse. Es imposible que estas personas lleguen algún día a sentirse bien consigo mismas. Igual de imposible es que permitan a los demás conseguir algo que haga que ellos quedan o se sientan bien. Mi consejo: vete antes de salir mal parado por culpa de esa trampa explosiva que tu jefe ha colocado hasta en el último rincón de la oficina. Vete, claro está, a menos que seas un sádico. En este caso, podrás jugar con el masoquista igual que el gato juega con el ratoncillo indefenso.