Dinero Falso: El mundo está a punto de cambiar…

En 1972 yo era piloto del Cuerpo de Infantería de Marina, era teniente, volaba helicópteros de combate y estaba de base a bordo de un portaaviones en la costa de Vietnam. Era mi segundo viaje a ese país, el primero fue en 1966 y fui como guardiamarina cuando todavía estudiaba en la Academia de la Marina Mercante de Estados Unidos en King Point.

En 1966 yo tenía 19 años y estaba a bordo de un “barco de la Victoria” oxidado y producido en masa. Era un buque de carga construido para transportar armas y suministros para luchar contra los alemanes, italianos y japoneses en la Segunda Guerra Mundial. En 1966, sin embargo, en lugar de transportar ese tipo de carga, el viejo y derruido barco transportaba bombas de más de 100, 300 y 400 kilos… a Vietnam.

Una Carta De Padre Rico

Un día, estando a bordo del portaaviones, recibí una carta de mi padre rico que decía: “ El presidente Nixon saco el dólar del patrón oro. Ten cuidado, el mundo está a punto de cambiar”.

El 15 de agosto de 1971 el Presidente Richard Nixon saco el dólar estadounidense del patrón oro e hizo el anuncio durante el popular programa de televisión Bonanza. Al parecer, me perdí ese episodio de la serie y también el importante aviso del presidente.

No Recibimos El Mensaje…

Ahora mientras escribo, en 2018, la mayoría de la gente aún no comprende la importancia del mensaje que envió Nixon en 1971. Como decía padre rico: “ El mundo está a punto de cambiar”, y eso fue lo que sucedió. Al sacar el dólar estadounidense del patrón oro, el presidente llevo a cabo uno de los cambios más importantes en la historia mundial. Desafortunadamente, pocas personas comprenden, incluso ahora, lo mucho que esas acciones afectan la vida de todos los habitantes del planeta.

En Busca Del Oro

En 1972 yo no tenía idea de por qué ni como cambiaría el mundo, y tampoco entendí el mensaje del presidente Nixon, sin embargo, la advertencia que me hizo padre rico ese mismo año me intrigo.

En el “cuatro para alistarse” de los pilotos a bordo del portaaviones encontré una copia del Wall Street Journal y empecé a buscar respuestas. A pesar de que se trataba de un importante periódico financiero, la cobertura sobre el tema del oro era muy escasa. No había más que algunos comentarios respecto a que el precio de 35 dólares por onza publicación encontré un artículo escrito por un “chiflado” que predecía que el oro llegaría a costar 100 dólares.

La fluctuación en el precio del oro me intrigo. ¿Por qué está subiendo de precio? Me pregunte. ¿Qué significa este aumento?

Ahora, mientras escribo ese libro, el precio del bitcoin y de otras ciberdivisas está aumentando y colapsando con rapidez. Una vez más, muy poca gente comprende la manera en que el bitcoin o las otras divisas de la tecnología de cadena de bloques van a afectar su futuro, su seguridad financiera y nuestra vida en general. El aumento del precio del oro en 1971 y el aumento del bitcoin en 2018 son el estruendo en la superficie de cambios globales profundos, de modificaciones en las placas tectónicas financieras del planeta que provocaran terremotos y tsunamis económicos en todos los países.

Educación Financiera Autentica

Ted era un compañero piloto que también estaba interesado en el oro. En nuestro tiempo libre empezamos a estudiar e investigar sobre cómo entender mejor la relación entre el oro y el cambio global del futuro.

De acuerdo con las noticias, el presidente Nixon le dio fin al patrón oro porque Estados Unidos estaba importando demasiados Volkswagon de Alemania, demasiados Toyotas de Japón y demasiado vino de alta calidad de Francia. En otras palabras, Estados Unidos tenía un problema de equilibrio en su comercio.

LECCION DE ALFABETISMO FINANCIERO

Déficit de comercio: déficit de comercio significa que Estados Unidos estaba importando más de lo que exportaba.

El problema: El problema era que países como Francia, Italia y Suiza no querían recibir pagos de dólares estadounidenses. Querían que se les pagara en oro porque no confiaban en nuestro divisa.

La solución: Nixon “cerro la ventanilla del oro”, lo que significó que el oro ya no saldría de Estados Unidos.

Veradero o falso: ¿fue esta la razón verdadera- o fue una razón falsa- por la que se cerró la ventanilla de oro?

La más probable es que haya sido una razón falsa: la gente no le llamaba al presidente Nixon Dick el Truculento por nada.

Más adelante explicare por que la razón que dio el presidente Nixon fue una mentira. También te diré cual creo que fue el verdadero motivo por el que saco el dólar del patrón oro.

Nixon también prometió regresar al patrón oro en cuanto Estado Unidos recuperara el equilibrio en el déficit de comercio, pero no cumplió su promesa y renuncio bajo la sombra de la destitución.

ENTONTRAMOS LA MINA DE ORO

Ted y yo estudiamos un mapa de Vietnam y poco después encontramos una mina de oro. El problema era que en 1972 Estados Unidos estaba perdiendo la guerra y la mina estaba ahora en manos de los enemigos.

Mi compañero y yo formamos una sociedad y programamos una misión para el día siguiente. El plan era volar desde el portaaviones y volamos aproximadamente 40 kilómetros sobre el mar hacia Vietnam. Cuando volamos sobre los escombros ardientes y calcinados de tanques y otros vehículos que había dejado atrás el Ejercito Vietnamita del Sur en su retirada, nuestra ansiedad aumento. El ejército Vietnamita del Norte se dirigía al sur, perseguía al Ejercito Vietnamita del Sur. En cuanto cruzamos la línea y entramos a territorio enemigo, Ted y yo supimos que si llegaban a derribarnos y captúranos estaríamos en serios problemas. Por razones obvias, no le dijimos a nadie en el portaaviones adonde íbamos.

Seguimos el mapa y poco después vimos una gran racimo de troncos gigantes de bambú alrededor de la población que buscábamos y que se encontraba a unos 50 kilómetros detrás de la línea enemiga. En lugar de entrar apresuradamente, volamos bajo describiendo círculos estrechos sobre el lugar, primero a la izquierda y luego a la derecha. Si nos hubieran disparado, la misión habría llegado a su fin y habríamos tenido que volar de vuelta al portaaviones.

Como no nos dispararon, creímos que estábamos a salvo, así que aterrizamos en un claro cubierto de hierba, cerca de algunos campos de arroz. Apagamos la aeronave y nos dirigimos a la población. Dejamos al jefe de tripulación a cargo de la nave.

Hasta la fecha nos recuerdo vívidamente a Ted y a mi caminando por el sendero de lado apisonado más allá de la línea enemiga, y saludando a los lugareños vietnamitas que vendían vegetales, gansos y pollos. Nadie nos devolvió el saludo, la mayoría de la gente solo se nos quedó mirando. Al parecer, no podían creer que dos pilotos estadounidenses fueran suficientemente estúpidos para entrar caminando a su aldea a la luz del día, en medio del mercado de agricultores…y en plena guerra, mas allá de la línea enemiga.

Sonreímos y levantamos las manos para mostrarlos a los aldeanos que no estábamos armados. De hecho, habíamos dejado nuestras armas de mano en el helicóptero. Ted y yo entramos a la aldea sin armas porque queríamos que los lugareños supieran que íbamos como hombres de negocios cargados de dólares, no como infantes de marina armados.

Conocimos a un chico que nos llevó a una zona más profunda de la aldea para reunirnos con la “distribuidora de oro”. La distribuidora, una mujer diminuta con las encías enrojecidas de tanto mascar nueces de betel, nos saludó sonriendo. Su oficina era una chocita de bambú con las persianas de bambú corridas, lo cual indicaba que el negocios estaba abierto. Tal vez Nixon había cerrado la “ventanilla del oro” en Estados Unidos, pero la de la señora en Vietnam estaba abierta de par en par.

¿Oro Autentico o Falso?

Ted y yo éramos pilotos de la Marina, éramos oficiales y teníamos títulos universitarios, pero de pronto nos dimos cuenta de que no sabíamos nada respecto al oro. No teníamos ni idea de cómo lucia.

Las piezas de oro de la mujer vietnamita eran como pepitas diminutas en el interior de capsulas circulares de plásticos para mediciones, de casi ocho centímetros, con un grosor de poco más de un centímetro. Levantamos las capsulas de plásticos, las miramos contra la luz, y por primera vez vimos oro autentico. Desafortunadamente, las pepitas de oro de la señora parecían uvas secas pintadas de dorado.

¿esto es oro? Le pregunte a Ted.

¿Cómo voy a saber yo- me contesto con rudeza. No sé cómo se debe ver el oro. ¿Acaso tú no sabes cómo luce?

Pensé que sabias-le conteste, mientras negaba con la cabeza. No podía créelo-. Por eso eres mi socio.

La presión de hacer negocio más allá de la línea enemiga empezó a angustiarnos. Ted pensaba que yo era un idiota, y yo pensaba lo mismo de él.

El Momento De La Verdad

La mayoría de los empresarios atraviesa muchos momentos en que descubre la verdad. En nuestro caso, nuestro instante de descubrimiento fue cuando nos dimos cuenta de que, aunque habíamos tenido una increíble asociación como pilotos, en lo que se refería al oro ambos éramos unos idiotas. Una vez que nos calmamos y comprendimos nuestra estupidez, empezamos a negociar el precio.

Ofrecimos 40 dólares por una onza. Ted y yo sabíamos que el “punto”, es decir, el precio real internacional del oro, era aproximadamente de 55 dólares ese día. Pensamos que podríamos obtener un descuento porque teníamos dólares estadounidenses y porque habíamos atravesado la línea enemiga. La diminuta mujer con encías y dientes rojos solo rio y, quizá, pensó: Par de idiotas, ¿Qué no saben que el precio real del oro es igual en todo el mundo?

Aunque nos esforzamos, ella no cambio de opinión porque sabía que “el precio real era el precio real”, y para colmo, ahora sabía que éramos unos verdaderos idiotas. Si hubiera sido una mujer deshonesta, nos habría podido vender uvas secas pintadas de dorado. Nos habría podido vender pop de conejo pintada de dorado y no habríamos notado la diferencia.

El Pánico Se Apodera De Nosotros

De pronto, los gritos frenéticos y de terror de nuestro jefe de tripulación interrumpieron las negociaciones: “Teniente, tenientes, ¡deben volver de inmediato!” Enseguida, mi copiloto y yo dimos fin a la negociación y atravesamos el mercado de agricultores corriendo para regresar a la aeronave. Escuche un graznido y me sentí muy mal al ver que, por accidente, había pateado a un pollo, y que luego pise a un ganso en mi carrera de vuelta al helicóptero.

Mi imaginación estaba desbocada, veía filas del Viet Cong con sus trajes holgados negros y tropas del Ejército Vietnamita del Norte en sus uniformes color kaki, cruzando los arrozales y acercándose a nuestro helicóptero. Entonces recordé que no estábamos armados y que no podríamos defendernos. La mujer de los dientes rojos tenía razón: éramos unos idiotas.

Con El Corazón Hecho Un Nudo

Gracias a Dios, no nos topamos ni con el Viet Cong ni con el EVN. Nuestro jefe de tripulación había entrado en pánico porque el helicóptero comenzó a hundirse: El claro de hierba donde lo deje era en realidad un antiguo campo de arroz.

Debido al peso del motor, de los cohetes, las ametralladoras y las municiones, el helicóptero había empezado a inclinarse hacia atrás y a zozobrar lentamente. La cola del rotor ya casi tocaba el lodo. Teníamos que encender el motor de inmediato porque, si no, ya no volvería a prender.

El jefe de tribulación era el ms ligero y pequeño de los tres, así que se colocó en el asiento del piloto para encender el motor mientras nosotros dos, los pilotos, nos pusimos debajo de la cola para evitar que el rotor golpeara la tierra.

El inicio fue inmaculado, el rotor principal empezó a girar poco a poco. En cuanto las aspas del rotor alcanzaron la velocidad máxima, el jefe de tripulación empezó a mecer suavemente el helicóptero hacia atrás y hacia delante y a hacer juego para liberar los patines de aterrizaje del pegajoso lodo mientras Ted y yo no dejábamos de gritar para avisarle si la cola del rotor, que ya estaba girando libremente se hundía demasiado en el lodo.

Todo fue de acuerdo con los planes hasta que el helicóptero se liberó por completo y se cernió sobre nosotros. En ese momento, el pestilente y viscoso lodo empezó a volar por todas partes y nos cubrió a Ted y a mí con una capa de porquería color café que ensucio por completo los trajes verdes de vuelo, y nuestra cara y cabello.

Subí hasta el asiento del piloto y asumí el control de la aeronave. Mientas tanto, Ted subía al otro asiento del piloto y reemplazaba al jefe de tribulación, quien entonces se pasó atrás para manejar una de las ametralladoras.

El vuelo de regreso al portaaviones fue largo y silencioso. Ni Ted ni yo hablamos, y el jefe de tribulación no se atrevió a preguntarnos si habíamos conseguido el oro.

El vuelo de regreso al portaaviones fue largo y silencioso. Ni Ted ni yo hablamos y el jefe de tripulación no se atrevió a preguntarnos si habíamos conseguido el oro.

Cuando aterrizamos en el portaaviones, los infantes de marina y los marineros se reunieron alrededor de nuestro helicóptero cubierto de lodo. Una vez que apagamos la aeronave y la aseguramos a la plataforma de vuelo, Ted y yo salimos. Entonces todos nos vieron cubiertos de más lodo del que traía el helicóptero. Cruzamos la plataforma de vuelo y nos dirigimos a las duchas y luego a nuestros camarotes. Lo único que les dijimos a los infantes que nos miraban fue “Ni preguntes”.

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