En el capítulo anterior, vimos como el cerebro recibe estímulos (internos y externos) que luego se transforman en sucesos neuronales sobre los que se asientan nuestras sensaciones, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y… nuestras decisiones.
En el presente, analizaremos como es la estructura y la base anatómica de este tablero de comando que actúa como plataforma de los procesos claves en las organizaciones.
Comenzaremos por una definición sencilla, adaptada de la neurobiología: el cerebro es una de las partes del sistema nervioso del organismo. Su principal función es recibir los estímulos que llegan tanto del medio externo como del interno, organizar esta información y hacer que se produzca la respuesta adecuada.
En neuromanagement, esa respuesta significa, fundamentalmente, el análisis inteligente de las relaciones entre los hechos y la toma de decisiones en forma veloz y acertada.
Los estímulos externos son recibidos por los receptores situados en la piel, destinados a captar sensaciones generales como el dolor, el placer o la temperatura, y por los ubicados en todos los demás sentidos, como el gusto, la vista, el olfato y el oído.
Los estímulos internos proceden de los registros de la mente, del organismo y de todo aquello que emplazamos en el cerebro cuando imaginamos, razonamos o recordamos (hechos, conceptos, sentimientos, ect.).
Al interactuar, los receptores internos y los externos constituyen el principal sistema encargado de captar la información y los estímulos que luego se procesan y tienen como output la toma de decisiones.
Este sistema, que en el ámbito de neuromanagement hemos denominado “tablero de comando cerebral de largo plazo”, está integrado por dos grandes subsistemas: el sistema nervioso central y el sistema nervioso periférico, este último, compuesto por una red altamente ramificada de nervios y eferentes, que envían señales desde el cerebro a la periférica o a un centro inferior de procesamiento.
Aunque anatómicamente están separados, existe una conexión funcional entre ambos.