Gérmenes

Trevor Lewis, un soltero de 32 años que vive con sus padres, es llevado por su madre a la consulta de psiquiatría. La madre explico que, desde la adolescencia, el hijo había estado preocupado por los gérmenes, por lo que realizaba rituales de lavado de manos y duchas desde hacía ya mucho tiempo. Durante los últimos 6 meses, los síntomas habían empeorado notablemente. Ahora le inquietaba contraer el VIH y se pasaba el día lavándose no solo el cuerpo, sino también toda la ropa de vestir y la de cama. Había empezado a insistir en que la familia también debía lavar las ropas de vestir y la de cama periódicamente, lo que había desencadenado la actual consulta.

El Sr. Lewis había tomado hacía tiempo un inhibidor selectivo de la receptación de serotonina y había acudido a una terapia cognitivo-conductual a causa de sus síntomas. Estas medidas tuvieron cierto efecto positivo y pudo acabar el bachillerato. Sin embargo, los síntomas le habían impedido acabar los estudios superiores y trabajar fuera de casa; creía desde hacía tiempo que la casa estaba relativamente libre de gérmenes si se comparaba con el mundo exterior. Sin embargo, en los últimos 6 meses había señalado cada vez más que también la casa estaba contaminada, incluso por el VIH.

En el momento de la consulta, el Sr. Lewis no tenía otros síntomas del trastornos obsesivo-compulsivo (TOC) ni de los trastornos con el relacionados, como obsesiones sexuales, religiosas y de otros tipos; preocupación por el aspecto o las compras, o conductas repetitivas ventradas en el cuerpo. Sin embargo, en el pasado también había tenido obsesiones de daño, referida a si mismo y a los demás, junto a las correspondientes compulsiones de comprobación (p.ej., comprobar que había apagado el gas). Tenía antecedentes infantiles de tics motores. Durante el bachillerato había observado que la marihuana aliviaba la ansiedad. En  referencia a su aislamiento social, dijo que no había tenido acceso ni a la marihuana ni a ninguna otra sustancia psicoactiva desde hacia como mínimo 10 años.

Durante el examen del estado mental, el aspecto del Sr. Lewis era desaliñado y despeinado. Estaba plenamente convencido de que el VIH había contaminado su casa y que sus lavados y limpiezas eran necesarios para no contraer la infección. Al decirle que el VIH solo se propaga a través de los líquidos corporales, contesto que el VIH podía haber llegado a la casa en el sudor o la saliva de las visitas. En cualquier caso, el virus bien podía sobrevivir en las prendas de vestir y la ropa de cama, e introducirse después en el cuerpo a través de la boca, los ojos y otros orificios. Añadió que sus padres habían tratado de convérselo de que se preocupaba excesivamente, pero no solo no los creía, sin que la preocupación reaparecía una y otra vez, incluso si trababa de pensar en cualquier otra cosa. No había signos de alucinaciones ni de trastorno formal del pensamiento. Negó todo intención de dañarse o matarse, ni a si mismo ni a nadie. La cognición estaba intacta.

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