Irene Upton es una maestra de educación especial de 29 años de edad acude al psiquiatra diciendo: <<Estoy cansada de estar siempre triste y sola>>.
La paciente describió una depresión crónica e intensa que no había respondido a varios ensayos de antidepresivos ni a la potenciación con un estabilizador del ánimo. Dijo que le habían ido mejor las psicoterapias de tipo cognitivo – conductual y la terapia dialéctica conductual. Le habían sugerido la terapia electroconvulsiva, pero la había rechazado. Había estado ingresada dos veces por presentar ideación suicida y haberse infligido cortes graves que precisaron puntos de sutura.
La Sra.Upton refirió que los terapeutas anteriores habían incidido en la probabilidad de que hubiera padecido algún trauma, aunque ella desestimo, como de pasada, la posibilidad de haber sido alguna vez víctima de malos tratos. Había sido la hermana pequeña la que si había denunciado <<tocamiento sexuales extraños>> por parte del padre cuando la Sra. Upton tenía 13 años. La policía nunca lo investigo, pero el padre se había disculpado ante la paciente y la hermana a raíz de una intervención de la iglesia y de un ingreso para tratar su alcoholismo y <<adicción al sexo>>. Ella negó sentir nada al respecto y dijo: <<El ya resolvió el problema. Yo no tengo motivos para estar cabreado con el>>.
La Sra. Upton dijo que recordaba muy mal la epcoa entre los 7 y los 13 años de edad. Sus hermanos le hacían bromas por su incapacidad de acordarse de las fiestas familiares, los eventos escolares y los viajes de vacaciones. Ella explicaba su amnesia diciendo: <<Quizá es que no paso nada importante y por eso ni me acuerdo>>.
Dijo que su relación con ambos padres había sido <<buena>>. El padre seguía siendo <<controlador>> con la madre y aun tenia <<mal genio>>, pero llevaba 16 años sin beber alcohol. Al interrogarla más a fondo, la Sra. Upton refirió que sus conductas autolesivas y suicidas habían tenido lugar después de haber ido a ver a la familia o de que sus padres la hubieran sorprendido con una visita.
La Sra. Upton explico que había sido una persona <<socialmente retraída>> hasta el bachillerato, periodo en el que cosecho éxitos académicos y formo parte de varios equipos y clubs. Le fue bien en la universidad. Era muy buena en el trabajo y la consideraban una gran maestra de niños autistas. Hablo de varias amistades de muchos años. Dijo que le costaba intimar con los hombres y que sentía intenso miedo y desagrado ante las insinuaciones sexuales. Siempre que acababa estando con un hombre se sentía avergonzada y <<mala>>, aunque también se sentía despreciable en otras ocasiones. Tendía a dormir mal y estaba a menudo cansada.
Negó haber consumido alcohol o drogas, y describió que, solo con olerlo, el alcohol le producía náuseas y dolor de estómago.
En el examen cognitivo se observó una mujer bien arreglada y colaboradora. Las respuestas eran coherentes y pragmáticas, aunque a menudo carentes de contenido emocionales. Parecía triste y contrita. Dijo de si misma que era <<insensible>>. Negó tener alucinaciones, confusión o intención de matarse. Sin embargo, los pensamientos de suicidio <<siempre están ahí>>.
Al concretar mas las preguntas, la Sra. Upton negó que tuviera amnesia en la vida diaria y, muy especialmente, que la hubieran mencionado conductas suyas que no recordara, o que tuviera partencias de origen desconocido, sensación subjetiva de vacíos temporales, episodios de fuga o fluctuaciones inexplicables de sus aptitudes, hábitos y conocimientos. Negó tener sensación subjetiva de división del yo, alucinaciones, voces interiores y síntomas de influencia pasiva. Dijo que no tenía reviviscencias ni recuerdos intrusos, pero si menciono pesadillas recurrentes en las que la perseguía <<un hombre peligroso>> del que no podía escapar. Menciono problemas de concentración, aunque estaba <<hipercentrada>> en el trabajo. Refirió también que tenía reacciones marcadas de sobresalto, que solía contar repetidamente y cantar para sus adentros, que comprobaba varias veces que las puertas estuvieran cerradas y que se organizaba compulsivamente para <<evitar sufrir ningún daño>>.