Camino Hacia La Salud Mental

Hallamos notables coincidencias en los diversos análisis críticos del capitalismo. Aunque es cierto que el capitalismo del siglo XIX fue criticado por su abandono del bienestar de los trabajadores, nunca fue esa la crítica principal. De lo que hablan Owen y Proudhon, Tolstoi y Bakunin, Durkheim y Marx, Einstein y Schweitzer, es del hombre y de lo que le sucede en nuestro régimen industrial. Aunque lo expresan con términos diferentes, todos hallan que el hombre ha perdido su lugar central, que se ha convertido en un instrumento de objetivos económicos, que se ha convertido en un extraño para sus prójimos y para la naturaleza y que ha perdido las relaciones concretas con unos y otra, y que ha dejado de tener una vida con sentido. Yo me he esforzado por expresar la misma idea trabajando sobre el concepto de enajenación y mostrando psicológicamente cuales son los resultados psicológicos de la enajenación: que el hombre vuelve a una orientación receptiva y mercantil y deja de ser productivo; que pierde el sentido de su personalidad, que se considera dependiente de la aprobación de los demás, y que, en consecuencia, tiende a adaptarse y, sin embargo, a sentirse inseguro; esta disgustando, aburrido, ansioso, y gasta la mayor parte de su energía en el intento de compensar o de cubrir esa ansiedad. Su inteligencia es excelente, su razón se debilita y, dadas sus capacidades técnicas, esta poniendo en grave peligro la existencia de la civilización y hasta de la especie humana.

Si atendemos a las opiniones relativas a las causas de esa situación, encontramos menos acuerdo que en el diagnóstico de la enfermedad misma. Aunque en sus comienzos el siglo XIX propendía a ver las causas de todo los males en la falta de libertad política, y especialmente en la del sufragio universal, los socialistas, y especialmente los marxistas, subrayaban la significación de los factores económicos. Creían que la enajenación del hombre era consecuencia de su papel como objeto de explotación y uso. Pensadores como Tolstoi y Burckhardt, por otra parte, señalaban el empobrecimiento espiritual y moral como causa de la decadencia del hombre moderno era la excesiva represión de sus impulsos instintivos y las manifestaciones neuróticas resultantes. Pero toda explicación que analice un solo sector con exclusión de los demás carece de equilibrio y, por lo tanto, es errónea. Las explicaciones socioeconómicas, espirituales y psicológicas miran el mismo fenómeno desde puntos de vista diferentes, y la verdadera tarea de un análisis teórico es ver como esos diferentes aspectos se relacionan entre si y cómo actúan los unos en los otros.

Lo que es cierto respecto de las causas, lo es también, naturalmente, de los remedios con que puede curarse el defecto del hombre moderno. Si yo creo que ´´ la´´ causa conducirá a la salud. Por otra parte, si veo como se interrelacionan los diversos aspectos, llegare a la conclusión de que la cordura y la salud mental solo pueden conseguirse mediante cambios simultáneos en la esfera dela organización industrial y política, en la estructura del carácter y en las actividades culturales. La concentración de los esfuerzos es una de esas esferas, con exclusión u olvido de las otras, destruye todo cambio. En realidad, parece radicar ahí uno de los obstáculos más importantes para el progreso de la humanidad. El Cristianismo predico la renovación espiritual, olvidando los cambios del orden social sin los cuales la renovación espiritual no puede ser efectiva para la mayoría de las gentes. La época de la Ilustración postulo como normas supremas la independencia de juicio y de la razón; predico la igualdad política sin ver que esa igualdad no podía llevar a la fraternidad entre los hombres si no iba acompañada de un cambio fundamental en la organización económica-social. El socialismo, y en particular el marxismo, insistió en la necesidad de cambios sociales y económicos, y el cual los cambios económicos no pueden llevar nunca a la ´´sociedad buena´´. Cada uno de esos grandes movimientos reformadores de los dos mil años últimos ha atendido a un sector de la proponían eran radicales; pero los resultados fueron un fracaso casi total. La predicación del Evangelio condujo al establecimiento de la Iglesia Católica; las enseñanzas de los racionalistas del siglo XVIII, a Robespierre y Napoleon; las doctrinas de Marx, a Stalin. Difícilmente podían ser otros los resultados. El hombre es una unidad, su pensamiento, su sentimiento y su modo de vivir están inseparablemente relacionados. No puede tener libertad de pensamiento si no tiene libertad emocional; y no puede tener libertad emocional si en su modo de vivir es un ser dependiente y sin libertad en sus relaciones económicas y sociales. Tratar de avanzar radicalmente en un sector con exclusión de los demás inevitablemente tiene que llevar al resultado a que llevo, a saber, a que las demandas radicales en una espera sean alcanzadas solo por unos pocos individuos, mientras que para la mayoría se convierten en formulas y ritos que sirven para ocultar el hecho de que nada ha cambiado en las otras esferas. Indudablemente, un solo paso de progreso integral en todas las esferas de la vida tendrá mayor alcance y resultados mas duraderos para el progreso de la especie humana que cien pasos- aun para el corto tiempo vivido- en una sola esfera aislada. Varios miles de años fracaso del ´´progreso aislado´´ deberían constituir una lección convincente.

Estrechamente relacionado con este problema esta el del radicalismo y la reforma, que parece constituir la línea divisoria entre varias soluciones políticas. Pero un análisis más detenido hará ver que esa diferenciación, tal como se la concibe usualmente, es engañosa. Hay reforma y reforma; la reforma puede ser radical, es decir, ir a las raíces o puede ser superficial, tratando de evitar los síntomas sin tocar las causas. La reforma que no es radical en este sentido no alcanza nunca sus fines, y en definitiva se vuelve en dirección opuesta. Por el otro lado, el llamado ´´radicalismo´´, que cree que podemos resolver los problemas por la fuerza, cuando lo que se necesita es observación, paciencia y actividad ininterrumpida, es tan irreal y ficticio como la reforma. Hablando en términos históricos, las dos cosas llevan con frecuencia al mismo resultado. La revolución de los bolcheviques llevo al stalinismo, y la reforma del ala izquierda de los social-demócratas alemanes condujo a Hitler. El verdadero criterio para la reforma no es su ritmo, sino su realismo, su verdadero ´´radicalismo´´; la cuestión está en su va a las raíces e intenta modificar las causas, o si se queda en la superficie e intenta solo tratar los síntomas.

Si este capítulo va a estudiar los caminos hacia la salud, es decir, los métodos de curación, mejor haremos en detenernos aquí un momento y en preguntarnos que sabemos sobre la naturaleza de la curación en casos de enfermedades mentales individuales. El tratamiento en patología social debe seguir el mismo principio, ya que es la patología de muchísimos seres humanos, y no la de una unidad fuera y aparte de los individuos.

Las condiciones del tratamiento en patología individual son principalmente, las siguientes:

  1. Debe haber ocurrido algo contrario al funcionamiento correcto de la psique. En la teoría de Freud, esto significa que la libido no se ha desarrollado normalmente y que, en consecuencia, se han presentado síntomas. En la estructura o cuadro de referencia del psicoanálisis humanista, las causas del estado patológico residen en no haberse desarrollado una orientación productiva, falta que tiene por resultado el desarrollo de pasiones irracionales, en especial de tendencias incestuosas, destructoras y explotadoras. El hecho de sufrir, ya sea consciente o inconsciente, resultante de la ausencia de un desarrollo normal, produce una tendencia dinámica a vencer el sufrimiento, es decir, a cambiar en dirección a la salud. Esta tendencia hacia la salud en nuestro organismo físico y mental es la base de todo tratamiento de la enfermedad y esta ausente solo en los casos patológicos más graves.
  2. El primer paso necesario para permitir que opere esta tendencia hacia la salud es tener conciencia del sufrimiento y de lo que esta separado y disociado de nuestra personalidad consciente. En la doctrina de Freud, la represión afecta principalmente a los impulsos sexuales. En nuestro cuadro de referencia, afecta a las pasiones irracionales reprimidas, a los sentimientos reprimidos de inutilidad y aislamiento, y al anhelo de amor y de productividad, que también es reprimido.
  3. La creciente autoconciencia solo llega a ser plenamente efectiva si se da un nuevo paso, el de cambiar un modo de vivir erigido sobre la base de la estructura neurótica y que la reproduce constantemente. Por ejemplo, un paciente cuyo carácter neurótico le hace desear someterse a las autoridades paternales, por lo general organiza una vida en que ha elegido imágenes paternas dominantes o sádicas como amos, maestros, etc. Se curara únicamente si cambia su situación vital realista de tal suerte, de que desea librarse. Además, debe cambiar su sistema de valores, normas e ideales, de modo que impulsen y no bloqueen su tendencia hacia la salud y la madurez.

Las mismas condiciones – conflicto con las exigencias de la naturaleza humana y sufrimiento consiguiente, consciencia de lo disociado, y cambio de la situación realista y de valores y normas- son igualmente necesarias para el tratamiento de la patología social.

Fue propósito del capítulo precedente de este libro mostrar el conflicto entre las necesidades humanas y nuestra estructuras social, y estimular la consciencia de nuestros conflictos y de lo que esta disociado. La finalidad de este capítulo es estudiar las diversas posibilidades de cambios prácticos de nuestra organización económica, política y cultural.

Pero antes de que empecemos a estudiar las cuestiones prácticas, examinemos una vez más lo que, a base de las premisas expuestas al principio de este libro, constituye el equilibrio mental y que tipo de cultura puede suponerse que conduzca a la salud mental.

La persona mentalmente sana es la persona productiva y no enajenada; la persona que se relaciona amorosamente con el mundo y que emplea su razón para captar la realidad objetivamente; que se siente a sí misma como una entidad individual única, y al mismo tiempo se siente identificada con su prójimo; que no esta sometida a una autoridad irracional y acepta de buena voluntad la autoridad racional de la conciencia y la razón; que esta en proceso de nacer mientras vive, y considera el regalo de la vida como la oportunidad más preciosa que se le ofrece.

Recordemos asimismo que esas metas de la salud mental no son ideales que haya que imponer a la persona, o que el hombre pueda alcanzar únicamente si vence a su ´´naturaleza´´ y sacrifica su ´´egoísmo innato´´. Por el contrario, la tendencia hacia la salud mental, hacia la felicidad, la armonía, el amor, la productividad, es inherente a todo ser humano que no sea un idiota mental o moral de nacimiento. Si se les da oportunidad, esas tendencias se afirman por si mismas vigorosamente, como puede verse en incontables situaciones. Son precisas muchas constelaciones y circunstancias poderosas para pervertir y sofocar esa tendencia innata a la salud mental; y es cierto que, a lo largo de casi toda la historia conocida, ha causado esa perversión el uso del hombre por el hombre. Creer que dicha perversión es inherente al hombre, es como arrojar semillas en el suelo del desierto y pretender que no estaban destinadas a germinar.

¿Qué sociedad corresponde a esa meta de salud mental, y cuál debe ser la estructura de una sociedad mentalmente sana? Ante todo, una sociedad en que ningún hombre sea un medio para los fines de otro, sino que sea siempre y sin excepción un fin en si mismo; por consiguiente, una sociedad en que nadie es usado, ni se usa a si mismo, para fines que no sean los del despliegue de sus propias capacidades humanas, en que el hombre es el centro y están subordinadas a su desarrollo todas las actividades económicos y políticos. Una sociedad sana es aquella en que cualidades como la avaricia, el espíritu explotador, el ansia de poseer y el narcisismo no encuentran oportunidad de ser usadas para obtener mayores ganancias materiales o para reforzar el prestigio personal; donde el obrar de acuerdo con  la propia conciencia se considera cualidad fundamental y necesaria, y donde el oportunismo y la falta de principios se consideran antisociales; donde el individuo se interesa por las cuestiones sociales en tal grado, que se convierten en cuestiones personales, en que la relación con su prójimo no esta separada de su relación en la esfera privada. Una sociedad mentalmente sana es, además, aquella que permite al hombre operar dentro de dimensiones manejables y observables y ser participante activo y responsable en la vida de la sociedad, así como dueño de su propia vida. Es aquella que fomenta la solidaridad humana y que no solo permite, sino que estimula, a sus individuos a tratarse con amor; una sociedad sana estimula la actividad productiva de todo el mundo en su trabajo, fomenta el desarrollo de la razón, y permite al hombre dar expresión a sus necesidades internas en el arte y los ritos colectivos.

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