Gerhard Palmer, un contable casado de 55 años de edad, acude al psiquiatra buscando una segunda opinión a causa de una depresión mayor recurrente. No había respondido a dos ensayos de 3 meses de antidepresivos, uno con fluoxetina y el otro con sertralina, ambos en dosis altas. No había vuelto a tomar medicamentos desde hacía 1 mes, después del último ensayo fallido.
La evaluación mostro a un hombre gravemente deprimido con importante retardo psicomotor, mala concentración, insomnio inicial, disminución leve de la libido y anhedonia. El Sr. Palmer negó que abusara de sustancias, bebía lo mínimo y no fumaba. Había empezado a tomar propranolol para la hipertensión unos 6 meses antes. El examen físico fue normal. Las analíticas estaban dentro de los límites normales. La tensión arterial era de 135/85.
En un principio se instauro un tratamiento con clomipramina, cuya dosis se subió enseguida a 250 mg/día. Se añadió buspirona en dosis de 30 mg/dia. Tras 5 semanas de tratamiento, el Sr. Palmer refirió que se sentía mucho mejor. Dormía y comía bien, disfrutaba de algunas actividades, cada vez con mayor entusiasmo, y por primera vez en mucho meses había notado que desparecía sus interés sexual.
Después de no haber tenido relaciones sexuales durante meses, el Sr. Palmer trato de tenerlas varias veces sin éxito. Le angustiaba encontrarse con que, por vez primera en la vida, no podía mantener la erección durante el coito y era incapaz de eyacular, incluso al masturbase. Estos problemas persistían desde hacía 1 mes. Recordaba haber tenido un leve retraso de la eyaculación mientras tomaba fluxetina. No recordaba haber tenido tales problemas durante un ciclo previo de bupropion.