Jefes Dioses

Hay gente que se cree Dios. Nadie sabe muy bien cómo o porque hay gente que acaba venerándose a sí misma. Podría tratarse de un caso extremo de elección de un modelo a imitar. Nada hay de malo en pretender emular las cualidades de Dios, pero imaginarte como la personificación del más grande-creerse la voz de la zarza ardiente-da miedo, de verdad.

Un jefe dios no es un jefe idiota, en el sentido clásico del concepto. De un modo u otro, creerse Dios trasciende la inteligencia. Es como creerse Napoleón Bonaparte, o cualquier otro personaje de ese estilo. Tanto por nuestra propia seguridad como por la seguridad de la población en general, los jefes dioses deberían ser encerrados y luego tirar la llave en el rio más profundo que pudiera encontrarse.

Por suerte, donde con más frecuencia aparecen los jefes dioses es en entornos eclesiásticos o en organizaciones misioneras donde, para empezar, el jefe no es otro que el auténtico Dios, por lo que la situación acaba convirtiéndose en una lucha de poder con quien todos sabemos. En estos casos, lo que simplemente pretende el mortal descarriado es usurpar la autoridad. Lo más seguro es que Dios no considere a los jefes dioses tanto una amenaza como una molestia. Respira hondo y haz lo mismo, a menos que trabajes para uno de ellos.

Si tienes un jefe dios, espero y rezo para que sea afectuoso y benévolo. El fuego del infierno en manos erróneas puede amargar la vida de cualquiera. Por suerte, ese loco no te obligara a vestirte con túnica y sandalias. Pero cuanto más poderoso sea un jefe dios, más importante será encontrar la manera idónea de coexistir con él.

Para aplacar a un jefe dios, reza y pide perdón primero a la Autoridad Superior de verdad y luego imagina que estas en la iglesia. Cuando por la mañana te cruces por primera vez con tu jefe dios, salúdalo con una pequeña reverencia. Cuando observes que pasa por un mal momento o que está deprimido, haz una colecta en la oficina y entrégale los diezmos y las ofrendas. Si tu jefe dios te da a entender que se siente defraudado contigo, no lo contradigas. Suplica su perdón. Utiliza el Antiguo Testamento a modo de manual para hacerlo feliz. Los pasajes del Antiguo Testamento son, como norma, mas desmesurados que las conductas que predica el Nuevo Testamento.

Cuando tu jefe dios este enojado, encuentra algo o a alguien que puedas sacrificar en su despacho. Johnson, el auditor interno de Contabilidad, puede resultar una ofrenda decente que puedas quemar en un momento dado. Ten cuidado, eso sí, de no llenar de cenizas la alfombra del despacho del jefe.

Utiliza la imaginación. Una de las principales razones por las que los jefes dioses fastidian es porque resulta imposible entender que el verdadero Dios haya podido crear un megalómano de ese calibre. Créetelo. Considera la posibilidad de que esté jugando a ser Dios para compensar una tremenda falta de confianza en sí mismo. En cualquier caso, vale la pena reflexionar sobre lo que satisface a este tipo de jefe y dárselo. Si intentas contradecirlo o competir con un jefe dios, siempre tendrás las de perder.

  • Dirígete siempre a tu jefe dios tal y como quiere que se dirijan a él. Si quiere que lo llamen señor Smith en lugar de Joe, hazlo. Resistirse a ello solo servirá para socavar tu paz mental y cualquier influencia sobre tus condiciones laborales que esperes alcanzar.
  • Sigue sus reglas. Aun en el caso de que las reglas de tu jefe entren en conflicto con la política de la empresa, busca el término medio y consigue que crea estás haciendo las cosas a su manera, desde el formato de los mensajes de correo electrónico hasta el tipo de fotografías que cuelgas en tu cubículo.
  • Pierde las batallas y gana la guerra. Los jefes dioses tienen su origen en el poder, normalmente porque este esconde incompetencia. Tu objetivo deberá consistir en crear un entorno de trabajo agradable y gratificante que encaje con tus habilidades. Batallar por pequeñas cosas contra un enemigo poderoso te hará sentirte infeliz y amargado.
  • Ofrécele sacrificios. En serio. Te costara menos que lo que imaginas. Si a tu jefe le gustan las roscas, preséntate en la puerta de su despacho y ofrécele una caja entera. Si le gustan los cereales, dáselo (y come tú también en su presencia). Son tonterías, pero los jefe dioses creen firmemente que quien no está con ellos está contra ellos.
  • Pide perdón por anticipado. No es tan difícil. Si utilizas frases como <<¿te parece bien que…? > > o << te importaría que…? >>, lo que tu jefe dios escuchara será << tú tienes el poder de…>> y << es tu voluntad la que manda aquí>>.
  • Reconoce su presencia. Los jefes dioses nunca se sienten invisibles. No cometas el error de ignorarlos. Cuando entre en una reunión o en la cafetería dale verbalmente la bienvenida. Si en ese momento no puedes hablar, establece contacto visual y haz un gesto de asentimiento para que vea que te has dado cuenta de que ha llegado.

Que puedas llegar a sentirte cómodo en situaciones profesionales es algo que empieza con la comodidad de tu jefe. Si tu actitud es lo bastante positiva, tu jefe sentirá a gusto. Y si él se siente a gusto, tú te sentirás a gusto. Si en cambio tu actitud está llena de resentimiento, tu jefe escupirá rayos y truenos sobre ti y tus compañeros. No pienso llegar al extremo de aconsejarte que temas a tu jefe dios. Tanto poder no tiene. Pero vale la pena respetar su poder. No hacerlo sería atraer una plaga de langostas.

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