Adriana es una niña de 4 años y medio de edad, derivada a una consulta de salud mental infantil por tener <<conductas peligrosas>>. A los padres les preocupada sobre todo que Adriana ponía pocos limites, era impulsiva y confiaba en los extraños con demasiada facilidad. A Adriana la habían adoptado en un orfanato de la Europa del este a los 29 meses de edad. En el momento de la adopción, un pediatra local reviso la historia clínica de Adriana y no encontró problemas en ella, aparte de los parámetros del crecimiento, todos ellos por debajo del percentil 5. Cuando los padres adoptivos la conocieron en el orfanato, Adriana se acercó a ellos sin ninguna timidez y se mostró distendida. Los padres quedaron agradablemente sorprendidos por el aspecto feliz de la niña y sus cálidos abrazos espontáneos.
Poco después de la adaptación, Adriana empezó a buscar claramente consuelo en la madre cada vez que se angustiaba o se hacía daño. Sin embargo, en muchas otras ocasiones, Adriana no distinguía entre los extraños y la familia. En la frutería se abrazada cariñosamente a cualquiera que estuviera junto a ella en la cola de espera. En los grupos y en familia, trataba con frecuencia de sentarse en el regazo de personas que apenas conocía. Una vez, en un centro comercial, trato de marcharse con otra familia. A los padres les preocupaba que este comportamiento pudiera llevar a que la secuestran o maltrataran.
En comparación con otros niños de su edad, a Adriana le costaba esperar su turno y participar en las actividades en círculo del colegio. Interrumpía, invadía el espacio de juego de sus compañeros y a veces pegaba a otros niños. Pequeñas cosas la alteraban largos periodos de tiempo. Le costaba calmarse sola, pero no cuando la abrazaba la profesora o uno de los padres.
Adriana vivía con sus padres adoptivos y un hermano de 12 años de edad, hijo biológico de la familia. La madre se había quedado en casa durante el primer año de Adriana en Estados Unidos, pero el pasado año la niña había asistido a un programa de guardería de media jornada. La madre noto que el desarrollo de la niña había mejorado, aunque seguía habiendo retraso del lenguaje, siendo la comprensión mejor que la producción. Tardo más que los otros niños en alcanzar las aptitudes necesarias para el colegio, pero las habilidades motoras groseras y finas se consideraron dentro de la media. El sueño y el apetito eran normales. Había ganado peso, aunque el perímetro de la cabeza seguía justo por debajo del percentil 5.
Durante la exploración se observó que se trataba de una niña agradable, bien arreglada, que parecía más joven de lo que era. Hablaba poco pero parecía prestar atención al entrevistador. A los pocos minutos intento subirse al regazo de este.