Avanza con un propósito (parte 1)

En el mundo actual, los seres humanos enfrentamos un predicamento particular: en cuanto concluimos nuestros estudios escolares, no vemos lanzados al mundo laboral, donde la gente puede ser cruel y la competencia es feroz. Unos cuantos años atrás, si éramos afortunados, nuestros padres sufragaban muchas de nuestras necesidades y nos guiaban; en algunos casos, eran sobreprotectores. Ahora estamos solos, con escasa o nula experiencia en la vida en la cual apóyanos. Tenemos que tomar decisiones que afectaran por completo nuestro futuro.

En el pasado no tan distante, las decisiones de vida y profesionales de la gente eran limitadas. Se establecía en los puestos o roles a sus disposiciones, en los que permanecía décadas enteras. Ciertas figuras de edad mayor-mentores, miembros de la familia, lideres religiosos- ofrecían algo de dirección si era necesaria. Hoy, en cambio, es difícil encontrar esa estabilidad y ayuda, ya que el mundo cambia cada vez mas rápido. Todos están atrapados en la ardua lucha por triunfar; nunca antes la gente se había ocupado tanto de sus propias necesidades y motivaciones. Es probable que los consejos de nuestros padres resultan muy anticuados en este nuevo orden. Frente a este estado de cosas sin precedente, tendemos a reaccionar en una de dos formas.

A algunos de nosotros todos estos cambios nos emocionan, así que abrazamos el nuevo orden. Somo jóvenes y estamos llenos de energía. La gran variedad de oportunidades que el mundo digital ofrece nos deslumbra. Podemos experimentar, probar distintos empleos, tener diferentes relaciones y aventuras. Comprometernos con una sola carrera o persona parece una innecesaria restricción de esa libertad. Obedecer ordenes y escuchar a figuras de autoridad ya paso de moda. Es preferible explorar, divertirse, estar abierto. Llegara un momento en que sepamos que hacer exactamente con nuestra vida. Entretanto, mantener la libertad de hacer lo que deseemos y de ir adonde nos plazca es nuestra motivación principal.

Otros reaccionamos, al contrario: alarmados por el caos, optamos pronto por una carrera practica y lucrativa, tal vez relacionada con nuestros intereses, aunque no necesariamente. Establecemos una relacion intima. Quizás incluso seguimos aferrados a nuestros padres. Lo que nos motiva es mantener la estabilidad, algo muy difícil de encontrar en este mundo.

Sin embargo, ambos caminos conducen a problemas ulteriores. En el primer caso, el de probar demasiadas cosas, nunca desarrollamos habilidades solidas en un área determinada. Nos cuesta trabajo concentrarnos mucho tiempo en una actividad específica, porque acostumbramos andar de un lado a otro y distraernos, lo que vuelve doblemente difícil que adquiramos nuevas habilidades. Esta es la causa de que nuestras posibilidades profesionales se reduzcan. Caemos en la trampa de pasar de un empleo a otro. Quizá deseamos una relacion perdurable, pero no hemos desarrollado la tolerancia indispensable para ceder y no podemos evitar encolerizarnos por las restricciones a nuestra libertad representadas por una relacion duradera. Aunque quizá no nos gusta admitirlo para nosotros mismos, nuestra libertad podría empezar a irritarnos.

En el segundo caso, la carrera que emprendimos en nuestra veintena podría sentirse un tanto inerte diez años después. La elegimos por propósitos prácticos y tiene escasa relacion con lo que nos interesa en la actualidad. Se siente ya como un mero empleo. Nuestra mente se desentiende del trabajo. Ahora, la enorme variedad de oportunidades del mundo moderno comienza a seducirnos conforme llegamos a madurez. Tal vez necesitamos algo nuevo, una carrera, relación o aventura emocionante.

En cualquier caso, hacemos lo que podemos para manejar nuestras frustraciones. Pero cuando los años pasan, experimentamos arranques de angustia que no podemos negar o reprimir. Por lo general, desconocemos la fuente de nuestro descontento, la falta de propósito y dirección en la vida.

Esa angustia se presenta de diferentes formas.

Estamos crecientemente aburridos. No nos sumergimos en nuestro trabajo, recurrimos a diversas distracciones para ocupar nuestra mente inquieta. Pero por la ley de rendimientos decrecientes, tenemos que buscar en todo momento nuevas y mas atractivas formas de diversión: el ultimo grito en entretenimiento, un viaje a un lugar exótico, un nuevo gurú o causa que seguir, distracciones que adoptamos y abandonamos pronto, adicciones de toda clase. Únicamente cuando estamos solos o deprimidos experimentamos en verdad el aburrimiento crónico que motiva gran parte de nuestras acciones y nos corroe por dentro.

Nos sentimos cada vez mas inseguros. Todos tenemos sueños y una nocion de nuestro potencial. Si hemos vagado sin sentido por la vida o errado el camino, en algún momento tomamos conciencia de la discrepancia entre nuestros sueños y la realidad. No tenemos logros concretos y envidiamos a quienes los tienen. Nuestro ego se vuelve quebradizo, lo que nos pone en una trampa. Somos demasiado frágiles para aceptar la crítica. El aprendizaje requiere admitir que no sabemos algunas cosas y que necesitamos mejorar, pero nos sentimos demasiado inseguros para admitirlo, asi que nuestras ideas se vuelven fijas y nuestras habilidades se estancan. Encubrimos esto bajo un aire de certidumbre y opiniones firmes o de superioridad moral, pese a que inseguridad subyacente no puede desaparecer.

Aunque con frecuencia nos sentimos angustiados y estresados, nunca sabemos del todo por que. La vida implica obstáculos y dificultades, pero hemos gastado mucho tiempo tratando de evitar todo aflicción. Tal vez no asumimos responsabilidades que nos expusieran al fracaso. Evitamos decisiones difíciles y situaciones estresantes. Pero aparecen en el presente: tenemos que terminar algo antes de una fecha límite, o de repente nos volvemos ambicioso y queremos hacer realidad uno de nuestros sueños. No hemos aprendido del pasado como manejar esas situaciones a una continua ansiedad de bajo grado.

Por último, nos deprimimos. A todos nos gusta creer que hay un propósito y significado en nuestra vida, que estamos enlazados con algo mas grande que nosotros mismos. Deseamos sentir que tenemos que hacer algo que posea significado y peso. Sin esta convicción, experimentamos un vacío y una depresión que atribuiremos a otros factores.

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