Si tropezamos con un rasgo especial de maldad o estupidez, […] no permitas que te enfade o te perturbe; velo como adición a tu conocimiento, un dato a tomar en cuenta en el estudio del carácter de la humanidad. Tu actitud será la del mineralogista que tropieza con un muy peculiar espécimen de un mineral.
-Arthur Schopenhauer
A lo largo de nuestra vida, tenemos que tratar inevitablemente con individuos que nos causan problemas y vuelven difícil y desagradable nuestra existencia. Algunos de ellos son nuestros lideres o jefes; otros son colegas y otros mas, amigos. Pueden ser agresivos o pasivo-agresivos, pero por lo común son expertos en explorar nuestras emociones. A menudo perecen simpáticos y seguros de si mismos, rebosantes de ideas y entusiasmo, y caemos bajo un hechizo. Demasiado tarde descubrimos que su seguridad es irracional y sus ideas desatinadas. Entre colegas, ellos pueden ser quienes sabotean nuestro trabajo o profesión en virtud de una envidia secreta, con la ilusión de hacernos caer. O Podrán ser colegas o subordinados que, para nuestra consternación, revelan ver solo por si mismos y utilizarnos como un trampolín.
Ineludiblemente, esas situaciones nos toman por sorpresa, ya que no esperamos dicha conducta. Es usual que tipo de personas nos asesten pretextos muy elaborados para justificar sus acciones o culpar a útiles chivos expiatorios. Saben confundirnos y arrastrarnos al drama que ellos controlan. Nosotros podríamos protestar o enojarnos, pero al final nos sentiremos indensos; el daño esta hecho. Mas tarde, otro sujeto de esa misma clase aparece en nuestra vida y la historia se repite.
Con frecuencia percibimos una sensación similar de confusión e impotencia cuando se trata de nosotros y nuestra conducta. Por ejemplo, de pronto decimos algo que ofende a nuestro jefe o un colega o amigo; ignoramos de donde salió, pero nos acongoja descubrir que cierta molestia o tensión interna escapo de nosotros en una forma que lamentamos. O quizá ponemos todo nuestro empeño en un plan o proyecto, solo para percatarnos de que fue una insensatez y una espantosa perdida de tiempo. O nos enamoramos justo de la persona equivocada y lo sabemos, pero no podemos evitarlo. ¿Que nos pasa?, nos preguntamos.
En estas situaciones, nos sorprendemos en medio de patrones de conducta autodestructivos que al parecer no podemos controlar. Es como si llevamos dentro un extraño, un pequeño demonio que opera con independencia de nuestra voluntad y nos empuja a hacer las cosas equivocadas. Y esa extraño dentro de nosotros es raro, o al menos más de lo que criamos.
Lo que puede decirse de esas dos cosas- las acciones ofensivas de la gente y nuestra conducta en ocasiones sorpresiva- es que con frecuencia no tenemos idea de que las causa. Podríamos aferrarnos a algunas explicaciones sencillas: “Ese individuo es perverso, un sociópata”, o “ Algo me ocurrió, no era yo mismo”, pero estas descripciones fáciles no nos conducen a comprenderlas ni impiden que esos patrones se repitan. La verdad es que los seres humanos vivimos en la superficie y reaccionamos emocionalmente a lo que la gente dice y hace. Nos formamos opiniones simplistas de los demás y de nosotros. Nos contentamos con el argumento más cómodo y fácil. Pero ¿ Que pasaría si pudiéramos sumergirnos bajo la superficie y ver el profundo interior, acercarnos a la raíces verdaderas.