Llaman a un psiquiatra consultor para evaluar la depresión de Victor Alvarez, un hombre de 76 años de edad que presento disforia el día después de que lo operasen para reparar una fractura de cadera. Ya era de noche y no quedaba nadie del equipo que lo había ingresado, pero una anotación del trabajador social en la historia clínica explicaba que la fractura parecía deberse a que había mucho desorden. La nota decía también que el paciente no tenía ni hijos, ni familia conocida viva.
La vecina que había llevado al Sr.Alvarez al hospital había declarado que el paciente salía menos de casa desde hacía unos años y se cuidaba menos desde la muerte de su esposa hacia 6 meses. Sin embargo, hasta el dia de la cirugía, había sido capaz de valerse por si mismo en su apartamento. La vecina, que era enfermera, también menciono que, mientras esperaban la ambulancia, su marido se había quedado con el Sr. Alvarez mientras ella buscaba fracasos de pastillas por el apartamento. Dijo que solo había encontrado un fracaso sin abrir de parecetamol y otro de antihipertensivos cubierto de polvo.
Los resultados de la analítica de ingreso indicaban que el Sr. Alvarez tenía el nitrógeno ureico una sangre elevada, la albumina baja y el volumen corpuscular medio en el límite superior del rango normal. La presión arterial era de 160/110. Además de los medicamentos relacionados con la cirugía, en la historia se señalaba que había recibido 2 mg de haloperidol a raíz de un episodio de agitación. Una nota de enfermería, escrita 1 hora después de la administración del haloperidol, indicaba que el paciente estaba <<preocupado y rígido>>.
Al explorar su estado mental, el Sr. Alvarez yacía recostado en un ángulo de 45 grados sobre una cama desordenada. Estaba delegado y presentaba moderada emaciación temporal. El efecto era triste, preocupado y constreñido. Parecía rígido e incómodo. No respondió inmediatamente a las preguntas y comentarios del entrevistador. Tenía los ojos cerrados, aunque a veces los abría unos instantes, y la postura corporal indicaba que estaba despierto. Después de mucho esfuerzo, el psiquiatra logro que el paciente dijera <<Estoy bien>> y <<Váyase>>. Al preguntarle por donde estaba, el Sr. Alvarez dijo: <<En mi apartamiento>>. Cuando abría los ojos, el hombre parecía confuso. No respondió a más preguntas y se negó a hacer la prueba del dibujo del reloj. Aquel misma día, el equipo quirurigico le había asignado una acompañante que comento que el paciente siempre estaba dormido o tratando de salir de la cama, y que no había hecho nada sensato en todo el día.