Introducción
El ser humano al nacer es uno de los animales más dependientes y con procesos biológicos inacabados, como lo es la maduración del cerebro, por ejemplo (Papalia y Feldman, 2012). Ello implica en consecuencia que su viabilidad para sobrevivir depende del cuidado de otros para atender sus necesidades básicas: alimentación, cobijo, higiene y afecto. Se entiende por cuidado a la solicitud y atención para hacer bien alguna cosa, y de manera específica en este caso se entenderá como: la atención que se da a alguien, (Diccionario de la Real Academia Española, 1927) (Diccionario del español usual en México, 2002 citado por De Alba, et al. en este mismo libro). Pues como menciona Tobón (2003, citado por De Alba, et al. ) las decisiones que se toman para promover, cuidar, fortalecer o reestablecer la salud; son conductas que se aprenden a lo largo de la vida cotidiana y responden a la capacidad de supervivencia en la cultura a la que se pertenece.
Es importante puntualizar este aspecto, porque una condición necesaria para el autocuidado de la salud y su aprendizaje, requiere de manera primaria el cuidado de la salud eficiente por parte de otros, de manera semejante a como se aprende a hablar, primero, se requiere aprender a escuchar (Vigotsky, 2001). Dicho cuidado inicial está asignado como rol principal a los progenitores y hermanos en los inicios de la vida y después promovido por el contexto escolar.
Cuando se enfatiza este cuidado inicial eficiente por otros como condición necesaria, es pertinente resaltar que dicha condición no es suficiente, pues se requiere luego de un proceso en el cual el individuo tenga la oportunidad de aprender a tomar decisiones respecto a su comportamiento o quehacer, para aprender con base en el ejemplo de los otros (modelamiento: Bandura, 1983), la experiencia propia directa (moldeamiento: Skinner, 1979) y la retroalimentación de los otros (Irigoyen, et al., 2002), sobre la base de ensayos iniciales, de manera en que el niño de forma gradual vaya ganando en autonomía y eficiencia en este ámbito.
En este sentido, la didáctica del autocuidado entendida como el método y las condiciones para enseñar a otros acciones personales a emprender y realizar “con el fin de mantener la vida, la salud y el bienestar” como propuso la enfermera Dorothea Orem al referirse al autocuidado de la salud (citado en Roldan, 2011), requiere todo un proceso educativo a partir de la experiencia cotidiana y que implica en sus niveles más complejos el aprendizaje de la autorregulación (Rachlin, 1973; Mischel, 2015), en la manera en que los individuos interactúan con el mundo y sus objetos, con otros y con ellos mismos.
Mejorar la salud, es una responsabilidad que cobró importancia a partir de la década de 197079, propuesta por la Organización Mundial de la Salud, (OMS, 1978), para lo cual estableció como meta social de los gobiernos, que todos los ciudadanos del mundo en el año 2000, tuvieran un grado de salud con el propósito de que los individuos alcancen una vida social económicamente productiva, con una política mundial denominada “Salud para todos en el año 2000”, utilizando acciones en la atención primaria en salud.
Por consiguiente, la psicología de la salud, se convirtió en una disciplina que permitió la aplicación de los principios de su objeto de estudio (mencionados arriba como modelamiento, moldeamiento y retroalimentación) a los problemas de la salud dirigidos a los cuidados de la promoción, mantenimiento y restauración de la misma, considerando a su vez mediante la investigación, el poder identificar los comportamientos necesarios en el mantenimiento de la salud y la aplicación de programas educativos eficaces (Marks, 1995).
La educación para la salud entonces se define como un proceso planificado y sistemático de comunicación, orientado al proceso de enseñanza y aprendizaje para facilitar la elección y mantenimiento de las prácticas saludables y evitar así las prácticas de riesgo, mejorando con ello la calidad de vida de las personas, la salud biopsicosocial garantiza que los individuos puedan realizar un desarrollo óptimo de todas sus actividades (Valadez, et al ., 2016). Esta educación debe ser permanente y constituye un campo de trabajo de la psicología de la salud, ya que permite proporcionar las estrategias de aprendizajes necesarios en beneficio de su vida (Costa & López, 1998). El uso del modelo de las competencias puede resultar una estrategia efectiva para llevar a cabo programas de enseñanza de la salud. Por ejemplo, Rodríguez (2004) informa una evaluación de competencias en adultos, en la que encuentra que las personas que tienen mayor competencia, también cuentan con mejor estado de salud, por el contrario, que la enfermedad crónica correlaciona con la falta de capacidad de las personas para enfrentar situaciones de riesgo para enfermar. un delito.
En el presente capítulo primero se enumeran algunas competencias que se consideran esenciales para ejercer el autocuidado de la salud por parte de los niños, a continuación se explican algunos procesos secuenciados del aprendizaje que posibilitan la adquisición de dichas competencias de autocuidado, en tercer lugar, se informa una experiencia positiva en el contexto de un preescolar de cómo los mismos niños asumen una tarea de autocuidado, y por último se plantean algunas conclusiones y perspectivas en torno a la didáctica del autocuidado de la salud.
Competencias y contenidos de aprendizaje
En el sistema educativo actual, atendiendo a las reformas educativas, iniciadas en el 2001 en México, se ha considerado en la programación de la enseñanza, la utilización del modelo de competencias (Reimers, 2006).
Para ello, se tomó en cuenta la propuesta de Tobón (2006), quien señala que el término competencia viene del latín cum y petere, que significa una capacidad para concurrir, coincidir en una dirección y poder seguir una trayectoria definida, es decir una situación de respuesta directa y situada en un momento determinado. Además, indica como necesario, que las competencias aportan elementos para superar carencias importantes de la enseñanza tradicional, por ejemplo, en el sistema educativo mexicano, no se incluye lo esencial, lo significativo; existe también una ausencia de vinculación entre el conocimiento y la práctica, y los sistemas de evaluación son autoritarios, rígidos, y con baja objetividad entre otros aspectos a mejorar.
Por lo que diversos educadores pueden utilizar dicho modelo de competencias, ya que permite la capacidad para responder con éxito a exigencias complejas en un contexto particular, movilizando conocimientos, aptitudes y prácticas, componentes sociales y actitudes de los participantes.
Las competencias pueden garantizar la funcionalidad de los aprendizajes, ya que van más allá de la adquisición de conocimientos relacionados con las materias enseñadas en las escuelas, y ésta se logra cuando los alumnos se dan cuenta de que el aprendizaje es útil para poder comprender mejor el mundo que les rodea e intervenir con eficacia (Bacarat y Graciano, 2002).
En este modelo de enseñanza, el aprendizaje se dirige al saber hacer , con una dimensión de carácter demostrativo y también con una dimensión de carácter actitudinal, que convergen en distintas áreas, en distintos momentos y niveles de aprendizaje y de esta manera se reconoce su carácter integrador, sobre distintos tipos de contenido y constituye un factor básico para el desarrollo de propuestas globalizadoras o interdisciplinarias en la enseñanza (Escamilla, 2009).
Tobón (2009) describe seis componentes básicos que un modelo de enseñanza por competencias debe considerar en su utilización:
1. Competencia: logro o desempeño general ante cualquier área disciplinar, profesional o social.
2. Unidad de competencia: desempeño concreto de una actividad o problema en alguna área disciplinar.
3. Elementos de competencia: desempeños precisos de las actividades que demuestran la acción de una unidad de competencia.
4.Indicadores de desempeño: criterios que representan la idoneidad con la cual se puede realizar la unidad de competencia, es decir representa a cada elemento de competencia.
5. Saberes esenciales: contenidos concretos en el campo cognoscitivo, afectivo-motivacional (ser) y actuacional (hacer) para que se puedan cumplir los elementos y los indicadores de desempeño elaborados de la competencia.
6.Evidencias: pruebas objetivas de tareas, que realiza el estudiante para demostrar el dominio de la competencia y de cada uno de sus elementos. Pueden ser de conocimiento, de actitud, de hacer y de productos concretos del aprendiz.
Los programas que consideren las competencias, son atractivos, pero exigentes y rigurosos con los requisitos presentados, buscando siempre al principio, su estrategia de enseñanza, por ejemplo, en los niños el juego, la pintura, la imitación, son excelentes ayudas en el desarrollo del aprendizaje significativo que garantiza el uso de una competencia, es decir, a través de este enfoque globalizador se encuentra una vía de establecimiento en la enseñanza.
Bajo esta consideración es justificable por completo el uso de las competencias en el aprendizaje para la salud, ya que permiten indicar lo que el sujeto hace , permitiendo a su vez la garantía de una motivación y evaluación objetiva, porque pueden ser descritas en un conjunto de acciones, referidas a las conductas que deben aprender las personas para lograr y mantener su bienestar físico, psicológico y social, y en el mejoramiento de su cultura de salud (Rootman & Raebum, 2000).
Por lo cual Tardif (2008), resume ciertas características para desarrollar programas por competencias:
1.Determinar una descripción de las mismas, de forma específica y concreta.
2. Especificación del nivel de logro esperado, por cada una de las competencias al término del programa de formación.
3. Especificación del conjunto ordenado de los indicadores de cada competencia.
4. Selección de conocimientos, actitudes, valores en objetivos de desempeño y acciones y evidencias a realizar por el aprendiz.
5. Determinación y selección de la metodología didáctica con duración planeada.
6. Determinación de las modalidades de evaluación de las competencias del curso.
Esta última etapa es necesaria, ya que las competencias se deben evidenciar por medio de la evaluación. De acuerdo con Escamilla (2009) la evaluación es un factor de gran trascendencia en el manejo de este modelo educativo y señala que debe ser un proceso continuo, objetivo y participativo de los alumnos. Por consiguiente, el operacionalismo debe considerarse en los diferentes objetivos educativos, su definición operacional debe tener cada uno de los conceptos en la comunicación, a menos que se esté dispuesto a adoptar el vago uso popular. El uso de los objetivos que van a estar basados en las competencias identificadas, deben contener las operaciones que puedan demostrar criterios concretos para su aplicación y evaluación. Además, es necesario para facilitar la demostración funcional ante los aprendices, y facilitar el aprender haciendo, y descubriendo por ellos mismos, la función social de lo enseñado. Siguiendo esta estrategia de enseñanza aprendizaje, tanto los educadores como los aprendices, evitarán un lenguaje coloquial, que puede distraer el nivel de ejecución tanto del alumno como del maestro; por lo que la alternativa de ocupar este modelo de competencias puede cumplir una enseñanza directa, concreta, sin ambigüedades para evitar dificultades en la comprensión y manejo de los contenidos de la educación. Skinner (1985), había señalado que todo concepto, ya sea externo o “interno”, como son las emociones se puede describir con claridad si los conceptos utilizados se definen de forma operacional. Esta propuesta en el uso del lenguaje no es sólo metodológica, es fundamental en la comunicación humana y la más efectiva en un discurso didáctico.
A continuación, se enumeran algunas competencias importantes en el autocuidado de la salud:
La administración del tiempo: la regulación de las actividades como vigilia y sueño, tiempo para las tareas y el espacio para la recreación son aspectos fundamentales en el autocuidado de la salud. El niño pequeño que quiere seguir jugando no sabe atender a su condición personal de cansancio, hasta que cae rendido. No tiene una noción del tiempo y es responsivo sólo a las condiciones inmediatas sobre la base del placer y el displacer. Poder dedicar tiempo a diferentes actividades en el día es algo que se va aprendiendo de manera gradual y que implica poder anticipar y planear lo que se hará en el futuro (Vanderkam, 2015).
Saber observar y autoobservarse: la condición corporal es otra competencia importante en la tarea de autocuidarse, por ejemplo, en el proceso de saciedad y privación de alimento. Cuando el niño se sienta a la mesa, frente a una panera repleta de panes atractivos con chocolate y grageas chispeantes y le pregunta a su madre cuántos panes puede comer y la madre le responde: “los que tú quieras”, el niño mordisqueará varios panes hasta que el exceso de consumo se lo impida. El tener dolor de estómago después, le enseñará mediante una experiencia directa que uno tiene límites y que el cuerpo retroalimenta respecto de la saciedad, de manera que en ocasiones futuras podrá ir aprendiendo de la experiencia propia, anticipar las consecuencias y responder a las señales de su propio cuerpo para dejar de consumir en exceso.
Saber reconocer los límites personales es importante no sólo en el contexto de la alimentación, sino ante cualquier situación de riesgo. Los excursionistas que ascienden montañas lo primero que aprenden es a cuidar de la seguridad del grupo, sabiendo que hay que reconocer las condiciones cambiantes del clima y que esto va primero, que el conquistar una cumbre. En muchos adolescentes, aparece a continuación la percepción de omnipotencia y que uno es diferente al resto de personas y que por lo tanto el riesgo no aplica a la condición personal (p. ej., al combinar el alcohol con el volante). En cierta época los niños no tienen miedo, porque desconocen los riesgos a los que se exponen. Sin afán de promover que los niños sean miedosos o que esta emoción los domine, el tener experiencias en la infancia en donde el niño pueda reconocer sus límites y que si los sobrepasa hay malestar y dolor, se vuelve un elemento importante para su vida futura, de forma que se vuelva precavido (Pozzi y Valdez, 2008). Este fue uno de los factores importantes que reconoció BadenPowell al crear el movimiento de los Boy Scouts, junto con el valor de los vínculos con otros, que se menciona más adelante.
Saber prevenir: enfermedades, por ejemplo, mediante la asistencia periódica al especialista (pediatra en el caso de los niños, pero igualmente dentista, oftalmólogo) es una práctica que es útil. En México los datos epidemiológicos sobre las caries muestran que la mayor parte de las personas acuden al dentista sólo cuando tienen dolor, momento que en muchas ocasiones es demasiado tarde para salvar las piezas dentales. Incorporar esta competencia de cuidado de sí, mediante la revisión periódica ahorraría mucho sufrimiento posterior. La mayor parte de las personas evitan ir al médico porque consideran que es mejor evitar el dolor que se genera en la atención y soportar un dolor mínimo que se puede enmascarar con un analgésico, que lo que hace es bloquear en la corteza cerebral la información de las neuronas especializadas en transmitir las sensaciones dolorosas que tienen la función de avisar que hay un problema de salud en el cuerpo. Para los orientales, el dolor no es visualizado como algo inherentemente malo que hay que evitar a toda costa (como es el caso en occidente) sino que es un recurso para fomentar el autoconocimiento. Un popular proverbio chino dice que “a los niños hay que educarlos con un poco de dolor y un poco de hambre”.
Saber tener higiene: mediante tareas habituales de autocuidado como el baño, limpieza de dientes o corte de uñas, son hábitos que se instalan en la niñez y que después se pueden transferir a otras dimensiones, como el mantener limpio (y por lo tanto con higiene) el espacio del hogar o de la oficina en la vida adulta. Estos hábitos de aprendizaje que implican destrezas motoras pueden aprenderse cuando los adultos saben instruir a los pequeños al respecto.
Saber discriminar la relación con adultos y otros niños: ello implica el diferenciar el trato y distancia con personas ajenas al entorno familiar y reconocer los límites respecto de lo que pueden pedir los otros y lo que no y comunicarlo de manera asertiva. Esta competencia protege a los niños contra potenciales, robos, agresiones e incluso abusos sexuales (Pardo-Torres, et al., 2010).
Es importante también la promoción de actividades donde el niño genere vínculos de afecto con pares, así como con sus familiares, pues la relación gratificante con los otros, se vuelve relevante en términos del apoyo que significa como red social. Convivir con padres y hermanos en vacaciones o fines de semana, así como en la hora de los alimentos va generando vínculos y tradición que va quedando en la historia de los niños.
Saber activarse físicamente: si el juego implica movimiento, permite además de estimular la estructura ósea del niño, factor importante en el crecimiento, posibilita importantes mejoras en el sistema cardiovascular. Adquirir el hábito de mover el cuerpo, es relevante cuando en la cultura urbana actual, la mayor parte de las actividades escolares y de recreación son sedentarias (p. ej., en el salón de clase o al ver televisión o la computadora para jugar). En un país con una prevalencia de obesidad infantil de las más altas en el mundo, es urgente promover el autocuidado mediante la activación física y la correcta alimentación. Es posible modificar patrones de obesidad en escolares mediante intervenciones orientados a la actividad física y la nutrición en contextos escolares orientados al autocuidado (Luna-Rojas, et al. , 2011; Ratner, et al ., 2013).
Saber disfrutar de lo bueno de la vida: cuando un niño disfruta lo que hace y goza por compartir con los otros qué quiere, eso que hace, además del gozo inherente a la actividad, también aprende a poner atención respecto a aquellos elementos de su medio o contexto que pueden de forma potencial generarle más disfrute en el futuro y a minimizar a aquellos elementos que puedan formar experiencias aversivas. Así se aprende a ser optimista y los optimistas tienen más probabilidades de tener mejor salud (Seligman, 2011).
Saber autorregularse: si el niño aprende a calcular cómo el comer en exceso puede generarle mayor malestar, en el futuro que placer en el presente, o si sabe esperar a tener una actividad gratificante (como ir a jugar al parque) hasta que desarrolle su tarea, actividad normal menos gratificante, entonces el niño estará en el camino de autorregular su comportamiento, factor importante en términos del autocuidado personal de su salud y que lo protegerá en términos de no establecer relaciones adictivas en un futuro. Esta competencia tiene que ver con lo que ha sido reconocido en otros contextos como la templanza, que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón y que contraviene a las estrategias de mercado que buscan esclavizar al segmento de los niños, como potenciales consumidores de sustancias que disparan la dopamina cerebral, sustancia que se segrega bajo situaciones placenteras. El alto consumo de refrescos en México, al que no escapan como consumidores los niños, en buena parte tiene que ver con la dotación de edulcorantes que generan relaciones adictivas en los consumidores.
Secuenciales de aprendizaje
El aprendizaje que se tiene en la vida escolar y cotidiana, ha sido adquirido por diferentes medios y estrategias de enseñanza. Cada día se experimentan los sucesos de manera diferente en su interacción y de cierta manera el conocimiento se va ampliando y renovando. En la interacción dinámica con el medio, el desarrollo de comportamientos se ha ido estableciendo por diferentes modelos de enseñanza, algunos organizados inclusive por una teoría formal del aprendizaje, pero otros por el sentido común que se sigue. Uno de los temas que ha preocupado a la psicología es la manera en que se forman y se aprenden los diversos comportamientos que muestran cómo se establecen, cómo se mantienen , cómo se desaparecen o bien cómo alcanzan una transferencia efectiva, (Jaswal & Markman, 2003). Por ello, se han derivado estrategias de enseñanza aprendizaje derivadas en especial de una posición mentalista como las expuestas por Bruner, Murphy, Ausubel entre otros, y aquellas que no consideran los procesos cognoscitivos mediadores en ellas, como las propuestas por Skinner, Keller, Ferster, Sherman y Kantor; las cuales enfatizan la sistematización del entorno del aprendiz, ya sea en su análisis molecular y, o molar.
Con independencia de la posición teórica que se pueda asumir, una estrategia eficaz de enseñanza-aprendizaje tiene que garantizar el establecimiento de los comportamientos que el educador ha planeado, y esto incluye una acción, un acto derivado de la estrategia de enseñanza-aprendizaje y debe incluir una sistematización basada en la evaluación, la definición operacional de los conceptos que refieren lo que se va a aprender, la ejecución de las respuestas programadas, las contingencias utilizadas y el logro de una transferencia (Ribes, 2010).
Las competencias enumeradas en la sección anterior pueden promoverse con base en el establecimiento de varias condiciones ambientales y de interacción con el niño y que a continuación se enumeran:
Modelamiento. El reconocer que se educa con el ejemplo, no es un factor menor. La manera en que se comporten los padres con respecto a sus patrones de sueño, de alimentación, de trabajo y de recreación son poderosos ejemplos que influirán de una manera decisiva en las preferencias de los hijos, desde recién nacidos.
Las prácticas de vida de los padres también serán promotores de la salud o de la enfermedad de los hijos. Si el padre es adicto al cigarro, el hijo se convertirá en un fumador pasivo, además de que se ha demostrado que las madres que fuman durante el embarazo, tienen bebés más pequeños en tamaño, pues la nicotina afecta el desarrollo del feto. El ejemplo arrastra, con lo cual padres con hábitos de cuidado de la salud, es más probable que tengan hijos con competencias de autocuidado. Las preferencias de los hijos se construyen mucho en función de las influencias paternas. Estas influencias en ocasiones llegan a ser excesivas, imponiendo una carga pesada de las expectativas paternas con respecto a los hijos y su desempeño (p. ej., en algún deporte).
Ensayo y error . Cuando un niño puede tomar decisiones, como por ejemplo determinar cuánto tiempo dedica a sus tareas escolares y cuánto a su recreación tiene la posibilidad de recibir las consecuencias de sus decisiones. Si administra bien su tiempo y dedica suficiente a sus tareas, tendrá como consecuencia una evaluación positiva de su aprendizaje escolar, así como la satisfacción de haberse divertido un rato. Esta consecuencia aumenta la seguridad en el niño volviéndolo más autoeficaz (Bandura, 1999).
En el caso contrario, como en el ejemplo del niño que quiere comerse todas las piezas de la panera, la retroalimentación es aversiva o desagradable y entonces aprenderá a evitar estas consecuencias regulando la cantidad de panes a consumir.
Retroalimentación y moldeamiento . El que un niño pueda de forma gradual tomar decisiones respecto a su propio comportamiento y que dichas decisiones sean retroalimentadas por los adultos es una condición excelente para promover el aprendizaje. Por ejemplo, puede instruir al niño diciéndole: “cuando termines tu lección de piano podrás comerte este chocolate” (ejemplo paradigmático propuesto por Schoenfeld en 1990, un psicólogo muy reconocido, para promover el aprendizaje del autocontrol). Si el padre sale del hogar, el niño puede contravenir la instrucción o ajustarse a ella. Cuando el niño aprende que su comportamiento puede estar regulado por instrucciones verbales de sus padres, está en condiciones de transferir dicho aprendizaje para generar para sí autoinstrucciones y entonces autorregularse a sí mismo.
En el caso de los hábitos de higiene se puede observar cómo el niño se baña o se cepilla los dientes y retroalimentar respecto a lo que ha hecho bien y a lo que tiene que corregir. En este ámbito es muy importante el reconocimiento y el afecto de los padres para motivar a sus hijos reconociendo lo bueno, pero también señalando lo corregible.
Es importante en la comunicación con los niños instruirlos de forma que puedan discriminar las situaciones bajo las cuales cierto comportamiento es pertinente. Por ejemplo, cuando se le permite decidir sobre qué ropa ponerse, es común que los niños seleccionen la ropa sobre el criterio del gusto personal (p. ej., los colores llamativos), en lugar de considerar las condiciones del clima y cómo la ropa en su función protectora, es adecuada bajo ciertas condiciones climáticas y no lo es bajo otras.
Por otra parte, también es relevante un programa de desvanecimiento (Sundell y Sundell, 1981), es decir el diseño de situaciones de aprendizaje donde los niños puedan decidir primero sobre aspectos simples y con una supervisión continua del adulto, hasta llegar a continuación a permitir que decidan sobre situaciones complejas (como por ejemplo qué va a comer la familia en algún día y si cumple los criterios nutricionales) y en las que la supervisión del desempeño por parte del adulto sea esporádica e intermitente, hasta poder llegar al punto de que el mismo individuo se autoinstruya y se autosupervise de manera autónoma.
Autorregulación . En términos de evaluación y estrategia de enseñanza el test de la golosina diseñado por Mischel (2015), es una excelente tarea que es predictiva en términos de las competencias de autorregulación adquiridas por parte de los niños y las consecuencias futuras en su vida de tenerlas o no tenerlas, en particular en el terreno de la salud.
Dicho test es muy simple: el adulto que se encuentra en una estancia junto con un niño pequeño, le dice: “voy a salir de la estancia y tú te quedarás aquí sólo, te puedes comer este malvavisco, si te lo comes seguro que lo disfrutarás y si aprietas este timbre yo vendré enseguida, pero si no lo haces, y cuando regrese no te lo has comido, entonces te daré dos malvaviscos”.
Este elemento autorregulatorio implica la competencia de saber demorar satisfacciones inmediatas versus demoradas, así como la magnitud de los satisfactores que se puedan recibir. Desde el punto de vista cognoscitivo esta competencia implica el aprendizaje de la estimación temporal de la demora en comparación con el grado de satisfacción obtenible al consumir un malvavisco de manera inmediata. En términos neurológicos implica desarrollar la capacidad de inhibición de la respuesta más probable (el consumo inmediato) y que de manera funcional se ejecuta en la estructura de la corteza prefrontal del cerebro y que distingue evolutivamente a los homínidos de otras especies.
Cuando un niño logra inhibir el consumo de un malvavisco y sabe esperar a que el adulto regrese para darle dos malvaviscos y logra transferir este aprendizaje a las esferas de su vida cotidiana, es muy probable que dicha persona haya desarrollado competencias para el autocuidado de su propia salud.
A continuación, se informa una experiencia de aprendizaje en el contexto de un preescolar que muestra cómo los niños pequeños son capaces de aprender a cuidarse a sí mismos.
Una experiencia del aprendizaje de la salud
En el campo de la salud, Castañeda (2014) estableció una estrategia de enseñanza aprendizaje basado en competencias con el objetivo de evaluar el efecto de la aplicación de un Programa de Promoción de la Salud a Nivel Preescolar (PPSP) en el nivel de logro de ejecución de competencias en niños de segundo grado de preescolar. Se aplicó una matriz de valoración de competencias basada en el Programa de Educación Preescolar del 2011.
Participaron 16 niños preescolares de la ciudad de Xalapa, Veracruz, México. Se utilizó un diseño de dos grupos (experimental y control) con preprueba y posprueba. Cada grupo se conformó con ocho participantes que fueron asignados de forma aleatoria a cada grupo. Los resultados mostraron diferencias de ejecución entre ambos grupos y la prueba de Wilcoxon obtuvo el valor de 28, significativo a 0.020, comprobando la efectividad del programa. La estrategia demostró su efectividad y posibilidad de utilizarse en otros campos.
Además conforme a este estudio se pudo derivar una línea de investigación, la cual podría probar que a través de una estrategia de enseñanza aprendizaje por competencias, podían utilizarse a niños como promotores de salud, como lo demuestra el estudio de Castañeda (2015); la investigación tuvo como propósito evaluar la ejecución de 14 niños preescolares formados como promotores de salud a través de un programa conductual de un diseño A B, fueron registrados en su conducta de promotores de salud, y recibieron su correspondiente capacitación; denominándoles “guardianes de la salud”. Durante el recreo ofrecieron a sus compañeros instrucciones, modelos y alabanzas, para que todos realizaran actividades de ejercicio físico, higiene, alimentación saludable, seguridad y cooperación.
Después de 10 sesiones, los registros demostraron un incremento significativo en la conducta de los promotores, planteando la metodología eficaz del análisis conductual, que mediante estos procedimientos se puede educar a niños como formadores de otros niños en la promoción de su propia salud. Integrar niños como promotores de salud, es premisa central en su formación integral de aprendizaje para la vida y en la actualidad por desgracia hay un mínimo de investigación sobre este campo.
Conclusiones y perspectivas
Por último se puede concluir que un niño puede aprender a autocuidarse cuando:
• En su historia personal fue bien cuidado por sus padres.
• Tiene un buen ejemplo de cómo los padres se cuidan a sí mismos y los imita. • Tiene consecuencias su comportamiento sobre su salud y bienestar.
• Tiene la posibilidad de tomar decisiones en orden de lo más simple a lo complejo y los adultos le retroalimentan sobre su desempeño.
• En su historia personal los padres les han permitido ejercer su libertad y tomar sus decisiones para ensayar por sí mismos.
• Aquellos padres que son sobreprotectores generan niños altamente dependientes y en ocasiones muy enfermizos, aunque parezca paradójico pues el sobrecuidado no les permite entre otras cosas tener experiencias por sí mismos y generar anticuerpos al estar en contacto con objetos o espacios poco higiénicos (Bernier, et al., 2010). • Asume la responsabilidad de sí mismo, y se compromete de manera activa con su salud.
• Asume que dicha tarea requiere cierto esfuerzo o “costo” y atención y está dispuesto a ejercerlo porque sabe que la gratificación es mayor.
• También ha aprendido a disfrutar de su vida y lo que hace de manera cotidiana en ella y percibe que tiene cierto grado de control para que así sea en el futuro.
La investigación que se desarrolle en el futuro podrá retroalimentar en qué medida las presentes propuestas conceptuales y metodológicas han sido útiles para promover el autocuidado de la salud en los niños como parte de su proceso educativo.